A propósito de los 51 años del Golpe de Estado en Chile
Escrito en Septiembre 2023 por Bernardita Weisser Soto
Trozos de nuestra historia de Vida: El contexto político y social del golpe de estado en Chile.
Buenos días a todas y a todos. Un cordial saludo al Sr. Rector, a las autoridades y a todas las personas aquí presentes. Agradezco esta oportunidad de compartir recuerdos de la vida universitaria en la U. de Chile Sede Temuco, en la carrera de Trabajo Social, entre los años 1970 a 1973.
La década del setenta fue tiempo de cambios culturales, políticos y económicos. América Latina mostraba demandas insatisfechas de sus pueblos, evidenciando paralelamente el surgimiento de movimientos políticos y nuevos partidos que trataban de representar esas demandas, junto a una creciente ebullición social donde se perfilaba como ejemplo la gesta libertaria de Cuba. Los partidos de centro titubeaban emprendiendo reformas que resultaban insuficientes, mientras se fortalecían las organizaciones de trabajadores y la intelectualidad buscaba analizar con nuevas miradas el período, sus contradicciones y las probables rutas a seguir en pos de una mayor emancipación y soberanía de nuestras sociedades. Las Universidades trataban de cumplir una función central en la solución de los problemas sociales estimulando la producción de conocimientos para mejor abordarlos y prevenirlos.
Paralelamente en distintos países de América Latina las derechas tradicionales buscaron frenar los avances organizativos de sectores populares y sus vanguardias políticas, instalando dictaduras, en un claro ciclo que comienza en Venezuela en 1948, extendiéndose hasta 1990, en que termina la dictadura en Chile. En nueve países en poco más de 40 años. Se abre un doloroso camino de desaparicionesforzadas, asesinatos de civiles, torturas, quema de libros y miles de exiliados, obligados a abandonar sus lugares de origen para buscar refugio.
Los antecedentes históricos dan cuenta de que la mayoría de los dictadores militares de América Latina, fueron formados en la Escuela de Las Américas, que cumple, durante el llamado período de la Guerra Fría un rol trascendental al asegurar y garantizar la fidelidad de los ejércitos latinoamericanos, no con sus propios países sino con la política exterior de los Estados Unidos, usándose el pretexto de la amenaza del comunismo. Fue un dispositivo usado junto a otros como La Alianza para el Progreso, plan de supuesta ayuda a nuestros países iniciado por John F. Kennedy en el 61, o la aplicación de la Doctrina de Seguridad Nacional que contemplaba nuevas estrategias de una guerra no convencional, como la infiltración de los partidos progresistas y de izquierda, el seguimiento a personeros de izquierda destacados y otros, cuestión aceptada por los militares de nuestro continente. Cada cierto tiempo son desclasificados documentos secretos de la CIA, que dan cuenta cabal de la intromisión de EE.UU. en las decisiones internas de nuestros países, intentando mantener su predominio en América Latina y el mundo capitalista en general.
Nos remontaremos al mes de marzo del año 1970, ciudad de Temuco. El verano terminaba con días aun calurosos, el sol brillaba. Entre trámites y búsqueda de salas, nos encontramos diversos rostros de novatas y novatos, que con ilusión y algo de orgullo, ingresábamos por primera vez a una Universidad. En muchos casos fuimos el primer integrante de nuestras respectivas familias en iniciar estudios superiores. La Universidad de Chile, sede Temuco, acogía por entonces algo más de dos mil estudiantes que se distribuían en distintas carreras y departamentos. En cursos superiores había ya quienes tenían una clara opción político partidista y participaban de las conversaciones y reflexiones respecto del sentido de la carrera, de su vinculación o no con posturas más o menos caritativas y religiosas que habían marcado el inicio de nuestra profesión. Los más progresistas comenzaban a proponer la urgencia de distinguir entre “personas objetos” de la profesión, vistas como seres sin aptitud para mirar de manera crítica sus propias condiciones de vida, o de “sujetos” del actuar profesional, con potencial capacidad de desarrollar conciencia respecto de sus circunstancias de vida y de subirse a la ola de la historia que los llamaba a ser protagonistas, para construir un mundo mejor.
En esos tiempos, vientos de cambio y esperanza tanto en Chile como en nuestro continente comenzaron a modificar las fuentes inspiradoras del Trabajo Social. Así como la caridad ya no resultaba suficiente para orientar su quehacer profesional, ni tampoco teorías que mal explicaban las causas del llamado subdesarrollo, emergían otras ideas que nos decían que en nuestros países abundaba la pobreza, porque en otros, la riqueza era excesiva. Y que nuestro país a pesar de exportar enormes cantidades de materias primas, tenía un lugar de dependencia de centros de poder en el mundo, que nos condenaba a ese subdesarrollo y a esos niveles de pobreza.
El Servicio Social chileno ya desde 1965 comenzó a liderar este proceso denominado de reconceptualización en los países del Cono Sur. Este proceso, buscó otorgar una perspectiva científica a la intervención profesional implicando discusiones teórico metodológicas, también en Chile y Temuco. Se buscaban nuevos aportes de teorías diferentes a las tradicionalmente usadas, ya insuficientes para explicar y mejor comprender la realidad. Así, insumos como la teoría de la dependencia, la teología de la liberación y otras como el marxismo, además de todos los valiosos aportes educativos de Paulo Freire, parecían ser vitales para responder a las demandas de familias y personas que necesitaban apoyo para resolver problemáticas que tornaban sus vidas extremadamente difíciles. Los trabajadores sociales pasaron a ser poco a poco profesionales imprescindibles para los gobiernos de nuestro continente, idóneos para implementar planes de desarrollo social buscando morigerar los efectos perversos de la pobreza que el capitalismo genera.
Muchos asumimos progresivamente un compromiso con los pobres de la tierra, los marginados, los excluidos, a quienes ya no queríamos mirar “caritativamente” como lo hiciera nuestra profesión por tantos años, ni establecer con ellos relaciones asistencialistas. No. Ellos serían “actores” de sus propios procesos de cambio y liberación. Ya no más objetos del quehacer profesional, sino sujetos, que tenían al fin la posibilidad de subir a las olas que transformarían la historia y sus propias historias. Entre todos podríamos eliminar lo injusto, construyendo algún día un mundo sin clases sociales, en que la mayoría ya nunca más fuera dominada y explotada por unos pocos. ¡Seríamos al fin iguales!
Como jóvenes estudiantes, elegimos esta carrera no solo buscando una mejor estabilidad económica sino, sobre todo, por crecer intelectualmente y sin duda, motivados por la sensibilidad social que era parte de nuestras vidas. Valorábamos el amor al prójimo, detestábamos la injusticia, creíamos en la libertad de las personas como un bien irrenunciable y así fue que fuimos tomando nuestras opciones, algunas con un tinte más religioso otras fueron más políticas. Nos interesaron los espacios organizativos estudiantiles o académicos, donde podíamos emitir nuestras opiniones participando en estructuras universitarias que cautelaran la calidad y la democracia educativas, integrando la pequeña directiva del Centro de Alumnos de la Carrera o de la Federación de estudiantes de esa nuestra Universidad Estatal de provincia.
En algún momento me correspondió ser presidenta del Centro de Alumnos y promover cambios como mejorar la bibliografía de las asignaturas, que también solía ocultar opciones ideológicas de algunos profesores, que de este modo evadían la riqueza de nuevas propuestas y enfoques teóricos implicados en el período de la reconceptualización o iniciar procesos de evaluación de la docencia de los académicos. Si bien fueron iniciativas impostergables, no siempre actuamos con suficiente madurez y por momentos redundó en una fuerte oposición de docentes que se sintieron amenazados. En esa época era impensable la posibilidad de que profesoras y profesores pudieran ser evaluados por estudiantes en su calidad académica. Hoy en cambio es una actividad común en la vida universitaria.
En esos tiempos, estudiar en una universidad estatal, implicaba asistencia gratuita. No pagábamos arancel de estudios y quienes necesitábamos apoyo económico podíamos postular a becas de la JUNAEB, lo que nos permitía solventar gastos de alimentación y otros. También teníamos compañeras o compañeros que realizaban paralelamente actividades laborales. Con cierta frecuencia, quienes cumplían con las prácticas profesionales del plan de estudios, terminaban siendo contratados laboralmente en las instituciones donde las habían desarrollado.
A esa pequeña sede universitaria, asistían estudiantes provenientes de otros lugares de la región y del país, cuyas familias no podían costear una pensión, siendo por tanto la exigencia de más hogares universitarios, una demanda levantada cada año por el movimiento estudiantil. Se exigía, además, mejor calidad que la de un hogar que ya existía en esa época, para estudiantes hombres, autogestionado, que contaba con poco apoyo de la Universidad y cuyo arriendo era pagado por los propios estudiantes. Indudablemente se producían tensiones por el enfrentamiento entre las restricciones existentes y de otra parte la búsqueda de posibilidades de estudios superiores para jóvenes de sectores populares, en un país que en esa época tenía no más de ocho universidades. (1973.)
¡Si, la primavera corría al lado nuestro alegre, cautivadora, desafiante, invitándonos! ¡Qué fácil nos parecía cambiar el mundo, volverlo justo, solidario, bueno, digno! Y miles y miles, nos unimos a esa primavera, que crecía como maravillosa enredadera.
Nuestro curso, fue en general muy estudioso y varios asumimos un compromiso militante. En algunos, ese compromiso rebasaba los límites del universo estudiantil, realizando actividades de apoyo al trabajo partidario en el campo o en organizaciones de la ciudad. Los pobres del campo y la ciudad no podían perder esta oportunidad histórica de liberación y queríamos correr cada día junto a ellos en la tarea organizativa, en las corridas de cerco de comunidades mapuche buscando la restitución de tierras que les habían sido arrebatadas, en las tomas de fundo para avanzar en la Reforma Agraria, y en suma, en la construcción de un poder popular que se constituyera cada vez con mayor capacidad y fuerza en cada territorio. Un poder desde abajo.
Estando más avanzado el período de la Unidad Popular, recuerdo que alguna vez nuestro compañero Jorge Almonacid dijo, “pueda ser que en Chile lleguemos a una guerra civil, y eso sería terrible si no estamos preparados en todo sentido”, preocupándose especialmente por la formación ética de quienes participábamos de estos procesos. Luego expresaba su temor ante un posible golpe militar señalando que “nos haría retroceder en la organización popular, en las conquistas sociales y en todo sentido, al menos cincuenta años”. Lo observábamos tratando de captar la profunda proyección que atribuía a los efectos devastadores de un golpe militar en nuestro país; casi asombrados.
Ahora que ya han transcurrido cincuenta años del golpe en Chile, debemos reconocer cuánta razón tenía ¡Tanta razón! ¡Hemos retrocedido al menos cincuenta años!
Perdimos conquistas sociales, antiguos derechos como salud, educación, vivienda, pasaron a ser una mercancía. La solidaridad tambalea como valor, la mirada puesta en el bien colectivo en general, se debilita, mientras el individualismo y la competencia penetran todos los espacios. Hoy los bienes materiales determinan la importancia de un ser humano. Muchas organizaciones conocidas como progresistas, parecen haber perdido su brújula, los cargos públicos ya no son vistos como instancia de servicio a la comunidad sino como trampolín para acceder a nuevos niveles de poder. Pensar en la construcción de una sociedad distinta, sin excluidos es para muchos “quedarse en el pasado…” Enorme retroceso tan claramente vaticinado por Jorge, nuestro querido compañero sensible y noble.
Luego de unos intensos años en que mezclamos debates por una mejor y más comprometida carrera, con los cambios que se impulsaban en Chile en pos de la construcción de una sociedad socialista, de los conflictos que ello generaba entre posiciones distintas en todos los espacios de nuestra sociedad, y de los que nuestro pequeño mundo universitario no estuvo ajeno, o de la creciente militancia en partidos de posturas más radicales como el Movimiento de izquierda Revolucionaria, y otros, sobreviene con toda la violencia y traición que le caracterizó, el golpe militar del 73.
En la región de La Araucanía, la represión contra los partidos de izquierda y organizaciones populares, comenzó incluso unos días antes del golpe cívico militar. Desde el 11 mismo, los centros de detención fueron poblándose de mujeres, hombres, jóvenes, menores de edad, adultos y adultos mayores. De pronto algún vecino, alguien que conociste alguna vez, podía ser delator. O podían acusarte de ayudar a “extremistas” o de ser sospechosa de algo... La desconfianza comenzó a anidar entre la población. Pertenecer a alguna organización ya era un riesgo... Luego de ser detenidas o detenidos, comenzábamos a vivir un siniestro ritual: aislamiento que se prolongaba por días o largas semanas, interrogatorios y torturas donde se usaban distintos métodos de apremio físico y psicológico, aplicación de corriente eléctrica, de pentotal, intentos de hipnotización, abusos sexuales y violaciones de mujeres y hombres, en distintos lugares, comisarías, retenes, regimientos, cuarteles de investigación y lugares secretos. Entonces te encontrabas en la más absoluta indefensión soledad y vulnerabilidad. Te habían llevado esposada, prohibida de ser quien fuiste, sin recurso de protección alguno. Los ojos vendados, escuchando el dolor de otros y sintiendo el tuyo propio. Como si de pronto te hubieran empujado violentamente al espacio más sórdido y perverso de nuestro país. Entonces, la persona más débil aprendió a ser valiente y quien fuera valiente, conoció sus límites y su fragilidad. El despiadado, el henchido de poder, el lacayo encontró su oportunidad de mostrar su peor faceta, mientras descendía al abismo de su pérdida de humanidad. Eso es una dictadura. No es posible negar estos hechos largamente documentados en el Informe Rettig, y en los Informes Valech o en los expedientes de numerosos juicios que se llevan por causas de violaciones a los Derechos Humanos. Recordarlos resulta imprescindible para que nuestra sociedad entera sea capaz de garantizar su no repetición.
La represión en nuestra Región de la Araucanía a partir del 11 de septiembre adquirió dimensiones jamás esperadas. Solo entre quienes estudiaron en la sede de la Chile o en la Universidad Técnica Temuco, son veinticinco las personas detenidas
Desaparecidas o Ejecutadas Políticas, cuyos nombres hoy podemos leer en el Memorial de la Univ. de La Frontera, entre ellos, cuatro, pertenecieron a nuestra carrera y entregaron su juventud y vida, con la generosidad que los caracterizó.
Ellos son:
- Muriel Dockendorff Navarrete, quien escribió poesía hasta en los peores presidios
- Jaqueline Paulette Drouilly Yurich, llevada con su hijo en el vientre
- Luis Jorge Almonacid Dumenes, de nobleza infinita hasta su último suspiro
- José Alberto Salazar Aguilera, su valentía le permite escaparse dos veces de sus captores
Los demás compañeros y compañeras de la Univ. Técnica o de la U. de Chile son:
- Jorge Calderón Otaiza
- Juan Antonio Chávez Rivas
- Nelson Wladimiro Curiñir Lincoqueo
- Santiago Omar Faundez Bustos
- Luis Bernardo Maldonado Avila
- Pedro Mardones Jofré
- Amador Montero Mosquera
- Dixon Retamal Cornejo
- Juan Carlos Ruiz Mancilla
- Patricio Alejandro Calfuquir Henríquez
- Carmen Margarita Diaz Darricarrere
- José Alejandro Campos Cifuentes
- Mamerto Eulogio Espinoza Henriquez
- Javier Ernesto Parada Valenzuela
- Marcelo Eduardo Salinas Eytel
- Daniel Mauricio Sepúlveda Contreras
- José Félix García Franco, estudiante ecuatoriano de séptimo año de la carrera de medicina de la Universidad de Chile Santiago, y que realizaba su internado en el Hospital Regional de Temuco.
Profesores:
- Alejandro Flores Rivera
- Rubén Eduardo Morales Jara
- Jecar Neghme Cornejo
- Pedro Ríos Castillo
Muchas veces recordamos a nuestras compañeras y compañeros de Universidad, que la dictadura cívico militar hizo desaparecer. Es un duelo que no cesa, que se ha hecho parte de nuestra piel, que llevamos con nosotros cada día pero que alumbra las esperanzas irrenunciables de un mundo mejor. En cada nuevo sueño para nosotros, para los de mañana, reaparecen sus rostros iluminando el presente…Entonces, aun con solo pequeños gestos de honestidad, de solidaridad, los recordamos y humildemente les brindamos esa gota de humanidad cual ínfimo homenaje.
En esa vanguardia estudiantil de la que formaba parte, vi un compromiso y una entrega generosa muy grande. Al comienzo mis propias inquietudes sociales, me llevaban a soñar una vía pacífica para propiciar el profundo cambio social que nuestro país requería, poco a poco muchos fuimos comprendiendo, que esos cambios, y las reformas impulsadas por el Gobierno de la Unidad Popular, que el MIR apoyaba y más aún, proponía hacerlas más profundas y radicales, no podrían mantenerse en el tiempo sin un pueblo muy organizado, muy consciente y con suficiente capacidad para defender las conquistas sociales.
No logramos concretizar la conformación real de organizaciones con esa capacidad, y tuvimos que ver y vivir la furia reaccionaria que cayó sobre nosotros con todo el aparataje militar del Estado chileno, controlado y dirigido por las élites económicas y sectores políticos de derecha del país, sumisos y obedientes a los planes del imperialismo norteamericano a través de una dictadura militar. Nosotros no teníamos condiciones que permitieran defender las conquistas de los trabajadores, ni defendernos como partido.
Capítulos similares se han repetido muchas veces en nuestra historia. Solo del siglo pasado podemos recordar barbaries cometidas por el estado chileno como La Matanza de la Escuela Santa María de Iquique en 1907 o la de pobladores de Pampa Irigoin en Puerto Montt en 1969. En tiempos muy cercanos están vivas aun las imágenes de la represión usada por el estado de Chile, ante el llamado Estallido Social o del ya tan largo conflicto con las comunidades mapuche.
No hemos sido capaces de construir hasta aquí un Estado de Paz, que otorgue garantías para la resolución pacífica de nuestros problemas y donde se consideren y respeten los derechos de las personas. Quienes apoyaron un golpe de estado cívico militar en Chile, apoyaron el uso de la violencia y de una violencia indiscriminada, contra los sectores populares, campesinos pobres, población mapuche, y todo tipo de organizaciones de base y de partidos del amplio espectro de la izquierda y del progresismo chilenos. Fueron miles los perseguidos sin motivo alguno más que la necesidad de la dictadura de sembrar el terror, para someter e impedir la organización antidictatorial y así mantenerse en el poder. Muchos nombres de quienes fueron asesinados o hechos desaparecer por querer un mundo mejor, figuran hoy en el Memorial del Parque para la Paz de Avenida Balmaceda de nuestra ciudad. (Más de trecientas personas)
Nuestra pequeña Universidad después del golpe
En nuestra Universidad los sectores de derecha iniciaron una verdadera cacería de militantes de izquierda o de sospechosos de serlo. Se persiguió a dirigentes estudiantiles, a profesores, se suspendieron y expulsaron a quienes eran considerados peligrosos por la derecha civil y militar que se instaló por la fuerza dictatorial a dirigir los destinos de nuestro país.
Se instaló una fiscalía inmediatamente después del 11 de septiembre de 1973, la que inició un sumario realizado específicamente en la Escuela de Servicio Social, nuestra Escuela. Existe un documento con fecha del 29 de enero de 1974
En este documento se dice que la investigación se realizó con la declaración de “todos los testigos que fue posible ubicar”, debido a que las actividades de la Escuela se encontraban suspendidas y que además se incorporaron al sumario “documentos recogidos en las oficinas de los profesores, previa suspensión de sus labores para no entorpecer la búsqueda de papeles”, y que se realizaron careos e inspección de lugares necesarios para acreditar circunstancias.
El documento señala haber llamado a declarar a los profesores y a los estudiantes que “fueron ubicados”, dificultado aquello por el cierre temporal de la carrera, luego después del 11 de septiembre. En él se puede apreciar que a diferentes estudiantes se nos realizan cargos sin que pudiéramos defendernos ni presencialmente ni por medio de algún abogado.
Que varios profesores, por lo que señala el documento intentaron defenderse de los cargos que enfrentaban.
Al final del documento aparece el listado de académicos y estudiantes que fuimos sancionados y las sanciones específicas, las que, en el caso de los docentes, implicó la suspensión de sus actividades académicas sin goce de sueldo, o la destitución y a muchos estudiantes les significó el quiebre definitivo de sus posibilidades de terminar una carrera que estábamos a unos meses de concluir.
Nuestra carrera fue la más castigada al comienzo de la dictadura cívico-militar, sin dudas por apoyar con tanta convicción el avance organizado de campesinos, trabajadores, pobladores. Indudablemente eso les resultó intolerable a los sectores reaccionarios de nuestra Universidad. El nuevo modelo de sociedad que la dictadura implementaría, necesitaba universidades pasivas, donde la reflexión acerca de la realidad fuera sustituida por un pensamiento sumiso, y las carreras formaran profesionales funcionales a ese sistema, donde ya no primarían los derechos de las personas sino la propiedad privada y el mercado.
El texto da cuenta de que la acusación que mayor peso tuvo para docentes y estudiantes sancionados, fue aquella que dice relación con la implementación de un sistema de evaluación para docentes, proceso que fue creado con pautas elaboradas entre estudiantes y académicos, intentando mejorar la calidad de la docencia, actualizar la bibliografía de las diferentes asignaturas y en general lograr una mayor coherencia entre el proceso pedagógico y la realidad del contexto regional y nacional que vivía cambios profundos con tensiones propias de un proceso de esa magnitud.
El desarrollo de esa investigación sumaria concluye con la aplicación de medidas disciplinarias a siete (7) docentes. Dos de ellos destituidos de sus cargos. Dos suspendidas de su labor docente por tres y dos meses respectivamente y tres docentes censuradas por escrito.
Respecto de los alumnos y alumnas, un total de 31 estudiantes recibimos sanciones que van desde las suspensiones por meses hasta por 5 años, que equivalía a la expulsión de la universidad. La sanción incluía la prohibición expresa de acercarnos al campus universitario. Los estudiantes que no fueron sancionados o expulsados, solo pudieron retornar a estudiar después de casi un año, cuando todo se había revisado, suprimido literatura, cambiados los contenidos de las asignaturas, reforzando las posturas asistencialistas. Los sueños de una carrera que quiso abrir sus alas para contribuir a una nueva sociedad, aplastados, y muchos de sus estudiantes y profesores detenidos, expulsados y calificados de subversivos o terroristas.
Es necesario además decir que un buen grupo fuimos encarcelados por vínculos con el MIR, (Movimiento de Izquierda Revolucionario) justamente aquellos que mayores años de sanción recibíamos en la Universidad, siendo luego condenados en fraudulentos consejos de guerra. Así nuestro castigo ocurría por partida doble, como estudiantes en la Universidad y como militantes o simpatizantes de un partido de izquierda. Después de los años de cárcel nuestra condena fue el exilio lo que nos cortaba nuestro incipiente desarrollo e inserción profesional, como también los vínculos familiares, de amistad y los nutrientes identitarios y de afecto de nuestra propia forma de vida y cultura. La hora de la venganza, y oprobio habían llegado.
Los sueños de libertad, justicia, democracia, una vez más habían sido postergados y las consignas del ayer mudaban a un nuevo llamado hecho de angustia que recorría el país de norte a sur. ¿Dónde están? ¿Dónde están? ¿Dónde están? Madres, compañeras, hermanas, padres, alzaban con rostros cuajados de dolor, una fotografía de su familiar detenido y hecho desparecer…. Entre ellos los familiares y padres de nuestros compañeros de curso y carrera, muchos de los cuales ya han fallecido sin saber dónde están sus hijos.
Cuando un sueño se escapa dolorosamente de nuestras manos, sin duda quienes fuimos actores tenemos una cuota de responsabilidad... Pero aquí se trata de responsabilidades no sólo de un sector de la población o de una sola opción política…. Al parecer como sociedad nos hemos acostumbrado a ver los dilemas sociales como fracturas que nos dividen en dos bandos, como si no fuese posible distinguir matices, como si nuestro par de ojos, manos, brazos, piernas, nos condicionaran a mirar solo desde dos ángulos…un enfoque binario respecto de todo… Indudablemente no podemos obviar que los cambios propuestos caminaban hacia una profunda transformación de la sociedad y que eso no fue aceptado por quienes están acostumbrados a mover los hilos del poder en Chile a fin de procurar los mejores beneficios de esta larga y angosta faja de tierra, y, que además comparten intereses con quienes pretenden mantener el control de nuestro planeta, ya tan cansado de la explotación a que lo sometemos y cuyas señales de alarma nos llegan cada día. Planeta que se nos hace cada vez más pequeño dado el avance de las distintas formas digitales de comunicación… Esos avances tecnológicos, contrariamente a lo que suele señalarse, no han redundado en una mayor democratización de nuestras sociedades. Las brechas educativas continúan, como las enormes desigualdades en diferentes planos….
Hoy queremos reiterar el profundo llamado a que nunca más en Chile. Estamos convencidas de que cada una y cada uno, en el lugar que esté puede contribuir a ese nunca más. Ese llamado se construye con pequeños actos cotidianos de humanidad y con Verdad, con Justicia, con Reparación y con Garantías de No Repetición. Se construye enseñando desde los ámbitos familiares, escolares, universitarios a que el otro se respeta porque es simplemente una persona. Se construye derribando muros de segregación en nuestras sociedades, abriendo espacios para conocernos, dialogar y así poder comprendernos y amarnos. Y claramente se construye con menos avaricia, menos ambición, con más creatividad y solidaridad. Eso es una vida humana.
Dedico estos recuerdos a mis padres, a mi compañero de vida, a mi familia, a compañeras y compañeros de presidio, y a quienes nos brindaron apoyo, consuelo y cariño en ese tiempo de horror. Y especialmente a los integrantes de las agrupaciones de Familiares de Detenidos Desaparecidos y Ejecutados Políticos.
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